Infalible pero menos

Ayer tuve una agradable jornada con un amigo con el que suelo compartir debate en tema de religión. Sé que es un tema delicado, y no me gusta entrar a valorar las creencias personales, pero la verdad es que es un tema con muchas curiosidades, especialmente porque no existen verdades generalmente aceptadas que no son realmente así. Hoy le dedico la entrada a una de ellas.
Es bastante habitual escuchar que la Iglesia Católica se debe al Papa, especialmente en temas conflictivos de la religión, como el de uso de anticonceptivos, de control de natalidad o de la opinión sobre los homosexuales. Ahí casi siempre se apostilla que el Papa es infalible.
Son, sin embargo, temas complicados, demasiado como para que yo me atreva a dar una opinión. Pero sí que tengo una opinión sobre la opinión de la infalibilidad.
Es cierto que en la Iglesia Católica existe un dogma, promulgado en 1870, en el Concilio Vaticano I que se refiere a la infalibilidad papal. Este dogma, se aposenta en citas bíblicas (bastante vagas, por cierto) y en una tesis medieval de la lucha contra la herejía. Pero en realidad, en el Concilio Vaticano I lo que se debatió es el poder real del Papa en un momento en el que los Estados Pontificios estaban sufriendo el ataque de la reunificación italiana. Este proceso provocó un rechazo bastante fuerte en el seno de la Iglesia a su aprobación, pero aún así el dogma fue promulgado y desde entonces, aceptado. Pero en esa promulgación dice que la infalibilidad sólo es válida cuando habla “ex-cathedra”. Y además especifica las condiciones para hablar “ex-cathedra”:
1. Debe hablar como “pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica”,
2. Debe definir una doctrina de Fe o Costumbres
3. Debe especificar que debe ser sostenida por toda la Iglesia
Y también define que cuando habla a título privado en cualquier materia e incluso como Suprema Autoridad Apostólica en materia en la que no se incluye la Fe o Costumbres el papa sí puede errar como cualquier otro.
Así que los condicionantes de la infalibilidad son claros y la verdad, complicados. Tan complicados que en estos casi 150 años sólo se ha aplicado una vez. Fue en la promulgación por parte del papa Pío XII del dogma de la Asunción de la Virgen a los Cielos en noviembre de 1950. Ni antes ni después se ha producido otra declaración ex cathedra, lo que quiere decir es que las opiniones papales, aunque evidentemente son realizadas por alguien con autoridad en la materia, pueden (y deben) ser criticables y analizadas en conciencia, porque la conciencia es personal de cada uno.
Es bastante habitual asimilar la teoría de la Iglesia en materias complicadas a las promulgadas por algún papa en algún otro documento de rango inferior. En la actualidad se utilizan bastante las encíclicas, aunque en la edad media eran más utilizadas las bulas papales (el término bula realmente hace referencia al sello utilizado, no al documento en sí). En una Encíclica, Pablo VI (humanae vitae) describe su opinión sobre el uso de anticonceptivos. En otra Encíclica (casti connibii) el papa Pío XI considera absolutamente amoral el aborto aún cuando esto suponga la muerte de la madre (y dejar más huérfanos, por cierto). También en Encíclicas se atacó a la Guerra de Irak (por Juan Pablo II) o la Invasión de Hungría por la URSS (por Pío XII). Son opiniones personales autorizadas, pero como también lo era la del papa Inocencio VIII cuando en su documento “Summis desiderantes affectibus” promulgaba la existencia de brujas en Alemania y permitía la caza de las mismas hasta la muerte en la hoguera. No creo que Inocencio VIII fuera infalible en este documento, no se por qué.
Yo, que me considero católico, me fascina ver el mundo de la Iglesia desde un prisma objetivo. Documentos de dos mil años de historia hacen que sea historia viva de nuestra era. Pero tiene un riesgo, la Iglesia ha tendido, para perpetuarse a sí misma, a no dejar pensar y, sólo hay algo peor que equivocarse, que es que otro piense por uno, especialmente si ese otro no es del todo infalible.

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