Este fin de semana lo hemos pasado en compañía de auténticas Viejas Glorias en un sitio fantástico, Teba, en la provincia de Málaga. Hemos visitado el Desfiladero de los Gaitanes y, en las visitas a los embalses del Guadalteba, Guadalhorce y el embalse del Conde he encontrado una historia curiosa. Una demostración de lo que es este país, tan bien descrito por el inolvidable Mariano José de Larra en su artículo “Vuelva usted mañana” (que por cierto recomiendo leer, porque podría estar publicado en estos días sin perder vigencia alguna).
Vayamos a primeros del siglo XX, cuando la zona del Desfiladero de los Gaitanes comienza a desarrollarse con una central hidroeléctrica (que llevó a la construcción del famoso “Caminito del Rey”) y una presa. El desarrollo de los cultivos de la zona, en los planes de conolización rural de la época de Franco, llevó sobre 1960, a analizar proyectos para dotar de más agua a la zona y que, además permitieran solucionar problemas de recrecidas en la ciudad de Málaga. Tras varios análisis se establece, en 1961 que la solución para por construir dos presas, una en el río Guadalteba y otro en el río Guadalhorce justo en la confluencia de los dos ríos, de forma que sean casi una sola presa. Las obras de éstas comenzaron en 1966 y… aquí comienza nuestra historia.
Y comienza porque la construcción de estas presas inundarían una zona bastante extensa, y entre ellas, inundará un pueblo, Peñarrubia y su pedanía Gobantes, que además era una estación férrea de la línea Algeciras – Bobadilla.
Tras varios años de protestas e inquietudes, acrecentados por el secretismo de la propia administración que no daban información veraz a los vecinos, pero que veían que a pocos kilómetros se estaba construyendo una presa y cómo el pueblo dejó de recibir obra alguna, todo se confirmó en 1969, El 25 de abril el Consejo de Ministros aprobó el abandono del pueblo, ofreciendo varias alternativas de reubicación entre los poblados colonos de la época. En 1970 se establecieron las indemnizaciones y comenzó el éxodo, aunque el desalojo oficial comenzó el 30 de Marzo de 1971. Ese día el ACB publicó: “Comenzado el desalojo del pueblo de Peñarrubia (Málaga)”, estableciendo en 4.000 los vecinos que se tendrían que desplazarse.
El traslado finalizó en abril de 1972, la mayoría se trasladaron a Santa Rosalía, cerca de Málaga. Peñarrubia ya era un pueblo fantasma y se tiró abajo todo menos tres edificios, que se dejaron como recordatorio a lo que fue: la iglesia, el colegio y el cuartel de la Guardia Civil. Así llegamos a enero de 1973. Llovió y el embalse hizo su función. El pueblo desapareció… o no.
Buceando en las actas de la época, veo que el 20 de junio de 1973, seis meses después de que el pueblo desapareciera, literalmente del mapa, se designan a cuatro personas (Eulogio Abelenda, José Fernández, Diego Martínez y Carme Werner) en pleno en la Diputación de Málaga para que se estudiara “el mejor destino para el municipio de Peñarrubia, sus tierras y sus gentes”. El Ayuntamiento de Peñarrubia inició el expediente unos meses antes, pero no había llegado a ningún sitio, aunque sí estableció ciertas condiciones para quien incorporara el terreno: debía absorber la plantilla, facilitar el archivo de documentos y condicionar la entrega de los bienes a lo que suceda con Santa Rosalía (donde se habían marchado la mayoría de vecinos). Recuerdo que el pueblo ya llevaba 1 año y 2 meses sin población y casi 7 meses dentro del pantano.
Fue el 14 de julio de 1973 cuando en un pleno extraordinario se expusieron las razones de Campillos y Antequera para su adhesión y se votó por unanimidad que el municipio se incorporara a Campillos. Este hecho se corroboró en un Decreto, el 1458/1975, de 12 de junio (¡3 años y 2 meses después del desalojo y 2 años y medio después de su desaparición bajo las aguas del pantano!) en el que integraba a Peñarrubia en Campillos “ante la inminente desaparición del municipio por la construcción del embalse sobre los ríos Guadalhorce y Guadalteba…”. Tela
Como siempre la administración, a su ritmo. Me hubiera gustado ver la cara de un cartero buscando el Ayuntamiento llevando una notificación allá por 1974… y encontrarse un pantano. Bueno, siempre podía haberlo buscado en Google Maps, aparece… dentro del pantano.
Me encantó la historia, porque es una demostración clarísima que la administración va muy por detrás de la realidad, incluso en caso de hechos evidentes. Y, lamentablemente, no es un tema de otra época. Incluso ahora, en la era de la velocidad de la información, sufrimos estos males. Ojalá algún día podamos arreglarlo, en ello va, entre otras cosas, nuestro propio futuro.