Como ya he comentado alguna vez, Lisboa y su entorno son unos de mis lugares favoritos. En la entrada de hoy quiero hablar sobre una ciudad y su palacio, considerado por muchos como la cima del barroco portugués y que para mí es muy especial, por motivos obvios.
“El Escorial Portugués” es como lo llamaron. Un sitio precioso muy cercano a Lisboa (30 km) donde crearon este palacio convento mandado construir por D. Juan V de Portugal, por una promesa que realizó a su mujer, Mª Ana de Austria, que le prometió un gran palacio si le daba descendencia.
Y así fue, nació su hija la princesa Bárbara y el rey se vio obligado a construirlo.
El 17 de noviembre de 1717 comenzaba la construcción del palacio, magnífico con 6 ejes simétricos y aunque al principio estaba pensado para algo liviano (13 frailes) el dinero que llegaba de Brasil era suficiente para que no hubiera agobios y se decidió cambiar y construir un gran palacio, para 330 frailes.
Fue inaugurado en 1730 y aunque nunca fue ocupado de forma estable por los reyes portugueses, sí fue una parada bastante habitual para los reyes portugueses.
Posteriormente, en 1834 se disolvieran las órdenes religiosas en Portugal, el palacio se abandonó por los monjes y quedó a uso de la casa real únicamente.
Como dato curioso, este palacio fue el último lugar que pisó un rey portugués en su propia tierra, pues fue desde donde Manuel II (último rey portugués) marcho a su exilio en 1910.
El palacio en sí es majestuoso, inmenso y con multitud de aposentos. Dispone de 4.500 puertas y ventanas y 114 torres campanarios con 2 campanas de 12 toneladas cada una en cada torre. Su basílica es de 65 metros de largo y 70 de alto, una de las mayores de Portugal. Además dispone de una importantísima biblioteca con más de 40.000 libros raros.
Para los que aún no sepan de dónde estoy hablando, como dato curioso, es el Palacio Convento de Mafra, en la ciudad costera del mismo nombre.
Evidentemente, muy especial para mí.