La fe en tus cálculos

Ahora estoy estudiando con mi hijo el Sistema Solar y al hacerlo he recordado una historia que es la historia de la fe en lo que uno hace. Esta fe sirvió para, nada menos que ampliar el sistema solar.
Para ello, retrocedamos al año 1781. En ese año, Sir William Herschel anunció el descubrimiento del primer planeta que se detectó con telescopio: Urano (del que ya escribí una entrada: “Rodando por el espacio”). Este anuncio comenzó el análisis de la órbita de Urano, publicándose en 1821 los cálculos de la órbita completa.
En esos cálculos se veían anomalías, no cumplían  parte por que Urano va rodando, pero parte por algún fenómeno que no se explicaba bien, por lo que se dedujo que algo debía estar pasando. ¿Acaso la Ley de Gravitación de Newton era falsa? ¿Acaso existía otro planeta más alejado que influyera en la órbita de Urano? Había mucha incertidumbre en este tema, pero algo pasaba.
En 1845 y 1846, un francés, Urbain Le Verrier, matemático especializado en mecánica celeste estudio el tema y calculo, no sólo que las anomalías de los movimientos de Urano venían por la presencia de otro planeta, sino que predijo su posición. En 1945 publicó varios artículos sobre el tema y fue en verano de 1946 cuando envió al Observatorio de Cambrigde una carta indicándole la predicción. El director del Observatorio de Cambridge lo despacho con algunas preguntas de poca monta, pero Urbain estaba convencido y envió los cálculos al observatorio de Berlín. Los cálculos llegaron el 23 de septiembre de 1946 y esa misma noche, el director del Observatorio Johann Gottfried Galle descubrió Neptuno a menos de 1 grado de donde había predicho Le Verrier. Se había descubierto el primer planeta gracias no a la observación astronómica, sino al conocimiento matemático de las leyes naturales. Un gran paso científico.
Poco después se anunciaba el descubrimiento… y empezó la polémica. Los ingleses reclamaron que poco antes de Le Verrier, un matemático inglés, llamado John Adams realizó cálculos matemáticos que indicaban su posición y envió sus cálculos al mismo observatorio de Cambridge, al que tampoco se le hizo caso. Se inició una de las mayores polémicas científicas de la historia y finalmente, la comunidad internacional decidió dar el mérito a los dos científicos por haber realizado los cálculos. Pero la polémica no se cerró hasta, parece mentira hace sólo 16 años. En 1998 se descubrió el archivo del Observatorio de Cambridge sobre Neptuno. Ahí se descubrió que John Adams había utilizado los cálculos que Le Verrier había publicado en los artículos previos sobre sus cálculos, pero como estaban incompletos, el resultado no era correcto. La previsión de Adams era incorrecta y tenía un desfase de más de 20 grados. Desde finales del siglo pasado, todo el mérito es de Le Verrier.
La designación del nombre, envuelto en el enfrentamiento del descubrimiento, tampoco estuvo exenta de polémica. Hubo muchas propuestas (entre ellas el mismo nombre de Le Verrier), pero finalmente fue el propio matemático descubridor quien decidió su nombre: Neptuno. Fue aceptado a finales de 1846. Una cosa curiosa es que este planeta no se llama igual en todos los países. En la India se llama Varuna (Dios del Mar en la mitología hindú) y en Japón, China y Corea su nombre se traduce como “Estrella del dios del mar”, como se diga en cada una de sus lenguas.
Lo que más me gusta de la búsqueda de Neptuno, no es sólo la capacidad que tuvo Le Verrier en realizar los cálculos predictivos, que no deja de ser algo digno de alabanza, sino la fe que tuvo en mantener sus cálculos y buscar quien podría corroborarlos. La fe en su capacidad cambió el universo conocido. ¿No deberíamos hacer lo mismo cada uno a nuestro nivel? Seguro que así, el mundo sería mucho mejor.

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