La volatilidad de las fronteras: Estados efímeros.

Desde siempre me ha gustado mirar el proceso por el que hispano américa se fue independizando de España y Portugal, porque ese proceso, plagado de héroes, villanos y defectos, nos enseñan cómo no hacer las cosas en el futuro. Ya sabemos que los hombres que olvidan su historia están obligados a repetirla.
Pero la entrada que quiero escribir hoy no lo voy a centrar en cómo se produjo, que más o menos todos los sabemos, sino en algo curioso que se produjo en todo ese proceso y que se ha repetido en otras partes del mundo, que son los estados efímeros. Estados que por algún motivo no fueron capaces de perdurar en el tiempo y desde que se fundaron hasta que desaparecieron pasaron unos pocos años, a veces, incluso meses.
Cuando Simón Bolívar consiguió independizar de España todo el virreinato del norte de Sudamérica (lo que hoy es Colombia, Venezuela, Guayana, Ecuador y Panamá) se creó un estado llamado la Gran Colombia. Eso se produjo en 1821, y realmente nunca funcionó del todo bien. Los españoles habían organizado bastante centralizadamente toda Sudamérica, concentrando el poder en contados sitios, lo que olvidaba grandes partes de territorio y generaba tensiones. La independencia era el momento de cambiar, pero no fue el caso. Se creó un país exactamente igual que la organización anterior y no fue muy bien aceptado por los ciudadanos. A penas duró 10 años, dado que seguían las tensiones entre los centralistas y los federalistas. Algo que siempre ha sucedido. Es un país que fue reconocido internacionalmente y que tuvo su constitución y varios gobiernos, pero no consiguió perdurar, disolviéndose como un azucarillo. En 1829, Venezuela (y Guayana) se independiza, en 1830, Ecuador y quedó sólo ya la República de Nueva Granada que fue cambiando de nombre sucesivamente hasta que en 1903 quedó separada Panamá de la que ya se llamaba Colombia, tal como lo conocemos hoy.
La Gran Colombia era el gran sueño de Bolívar, pero a penas duró 10 años. Como nota curiosa decir que tanto Colombia, como Venezuela y Ecuador han mantenido prácticamente la misma bandera, la de la Gran Colombia.
No es el único ejemplo en Sudamérica. Hay uno casi más curioso. En la frontera entre Bolivia y Brasil existe un territorio llamado Acre, en plena selva amazónica. Este estado ni siquiera fue bien definido hasta finales del siglo XIX y dependía de Bolivia administrativamente, aunque en 1887 tuvo una alta inmigración brasileña que hizo, apenas unos años después que se declarara la República Independiente de Acre. Este estado se declaró en 1899 y duró hasta 1903 en varias formas jurídicas. Fueron sólo 4 años que dieron para mucho, dado que tenían Bandera, organización ministerial, correos, etc. Incluso en medio de ese periodo el estado fue invadido por tropas de Bolivia. Finalmente, en 1903, el estado se anexionó a Brasil, del que forma parte desde ese momento. Fue un estado realmente efímero de sólo 4 años.
En Europa también hay algunos ejemplos, aunque los más extraños fueron las vueltas que le dieron al mapa los soviéticos dentro de sus fronteras y aledaños. Fue un proceso que se produjo casi simultáneamente con la Primera Guerra Mundial y justo después de la revolución bolchevique, entre 1917 y 1920. Nada menos que hasta 24 repúblicas se crearon y se extinguieron en esos tres años. Ninguna perduró.
Otro ejemplo que también me llama la atención fue el que siguió la unificación italiana. Italia era un conglomerado de micropaises a primeros del siglo XIX cuando se inició un proceso de reunificación que no culminó definitivamente hasta después de la Primera Guerra Mundial, en 1919. Casi cada 5 años se creaban y desaparecían repúblicas y estados, unificándose y separándose en continuas revueltas y guerras que se produjeron en ese territorio en todo el siglo. Desaparecieron los reinos de Venecia, de Nápoles, los Estados Pontificios, el reino de la Toscana, poco a poco todo fue integrándose en el Reino de Cerdeña, hasta que se proclamó el Reino de Italia en 1861. Este proceso ha mantenido algunas reliquias que conocemos gracias al fútbol: San Marino, Liechtenstein y Mónaco, minúsculos estados que consiguieron perdurar a pesar del proceso de unificación y que han quedado como reliquias del pasado en un mundo que es demasiado efímero, hasta para los propios países.

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