La lengua de Cerbantes

Sí, lo he escrito con “b”. Hace no mucho, un amigo lo escribió asi y le pregunté y me dijo que era tal como lo escribía él. Muy interesante me parecio la cuestión y me quede con las ganas de ver por qué él mismo lo escribía con “b”, cuando hoy en día todos lo conocemos con “v”.
Vayamos a su tiempo y a las normas que imperaban en ese momento: D. Miguel escribió la primera parte del Quijote en 1605. En esa época aún no se había creado la Real Academia Española (la RAE), que fue fundada en 1713 (y curiosamente, por un francés, el recién estrenado rey borbón Felipe V). Las normas ortográficas se seguían por la costumbre, aunque ya había tratados que intentaban fijar las normas.
El primer tratado se escribió por un lebrijano, Elio Antonio de Nebrija en un año clave para este país, 1492 (cuantas cosas pasaron ese año, ¿verdad?). En ese tratado, primer tratado lingüístico de las lenguas romances, Nebrija escribió las leyes básicas del español que perduran hasta hoy. La norma básica es que “se escribe como se pronuncia”, aunque él mismo indica en su libro que, a pesar de que es posible leer de forma unívoca la palabra, no es sino la costumbre la que te permite escribir correctamente la palabra oída. En cualquier caso, él establece esa norma que ha hecho que el español sea un idioma muy simple de leer, porque no hay diversidad en la pronunciación de lo escrito.
Curiosamente, Nebrija establece un abecedario de 26 letras (casi las mismas que tenemos ahora), aunque no son exactamente las mismas. Del abecedario de Nebrija al actual hay algunas letras que han aparecido y otras que han desaparecido. Han desaparecido: la “ç”, que se utilizaba para un sonido entre s y z que ya ha desaparecido del español,  y las letras dobles “ch” y “ll”, que desaparecieron en 2010 por un tema de conveniencia con el lenguaje digital, aunque no han perdido su fonema. Y han aparecido otras, que, aunque parezca mentira, Nebrija no las consideraba: la “j”, que Nebrija la representaba como “x~”, la “ñ”, que Nebrija decía que era la doble n “nn” (ver entrada del blog: El origen de nuestra identidad), la “q”, que simplemente carecía de utilidad y las vocales-consonantes: la “v”, que no era una letra, sino la “u” hecha consonante, y la “y”, que era la “i” hecha consonante. Obviamente tampoco aparecían las letras importadas: “w” y “k”.
Básicamente la teoría era escribir como suena. Cabe pensar, ¿y la h? ¿Como que Nebrija la mantiene? Pues la mantiene para indicar que la vocal que la sigue es vocal y no consonante. De esta forma “hueco” sonaría “ueco” y no “veco” e “hiato” sonaría “iato” y no “yato”. Recordemos que la “u” y la “v” es lo mismo para Nebrija. Además, hay un matiz más. El sonido de la “v” y la “b”, aunque en la práctica era prácticamente el mismo (y así lo reconoce Nebrija), oficialmente y en los círculos eruditos no era así. La “v” se decía como silbando, así que aún no era considerado 100% el mismo sonido, por lo que había que diferenciarlos. Por cierto, curiosamente Nebrija no sigue sus propias normas en el tratado que escribe.
Después de Nebrija otros autores siguieron esta línea, llamada “fonetista” y fueron mucho más radicales eliminando letras y asignándolos a fonemas. Justo cuando Cervantes escribió el Quijote, esta tendencia estaba en su máximo apogeo. Así, en 1609, el sevillano Mateo Alemán publicó en México una “Ortografia Castellana” mucho más radical y asignando una letra a cada fonema. Mateo Alemán dice en su libro que “en Castilla andan confusas la v y la b, como en Andalucía la ç y la s”. Teniendo en cuenta que Cervantes era castellano, está claro que él llamaría a su nombre como “Cerbantes”, con el sonido de la “b” y no con la “v” silbada y por eso lo escribía así. Un tema a destacar es que Mateo Alemán y Cervantes se conocían, pues convivieron en los círculos literarios de Sevilla entre 1599 y 1608. Y es más, probablemente se conocieron en la cárcel, en 1602, cuando ambos coincidieron en la Cárcel Real de Sevilla. Y hay un dato que confirman que se conocían: cuando Mateo Alemán llegó a México en 1608 fue detenido por portar un libro prohibido: “El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha”, primera edición. No era fácil encontrar ese libro, así que relación, tenían.
¿Y cuando se modificó? El cambio de la grafía del apellido se produjo a partir de la publicación de la primera ortografía española en 1741, por la ya fundada RAE. En ese tratado ya se dice que se da por perdida la diferencia sonora entre la b y la v y que las 2 se pronunciarán como “b”, pero que se mantendrían los símbolos diferentes por costumbre. La forma de diferenciarlas que se propone es la siguiente: “se escriben con b o con v aquellas  palabrasque  la tengan en su origen. En las que se tengan dudas, se escribiría con b”. El apellido Cervantes tiene su origen en un concejo de Lugo y deriva de la palabra ciervo (en latín, cervus). Era, por lo tanto necesario que a partir de ese momento, la RAE, escribiera su nombre con “v”: Cervantes, siguiendo sus propias normas enel  apellido de un insigne y reconocido escritor. Con esa norma cambió para siempre su grafía y así es como debe escribirse correctamente.
En cualquier caso, lo importante de Cervantes no es como se escriba, sino que nos dejó un legado inigualable. Un ideal español traducido en novela. “Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es utopía, sino justicia”.
Y por último, una curiosidad para uno de mis lectores y muy aficionado al Quijote. ¿Sabéis cómo se llama la primera edición del Quijote, que llevaba Mateo Alemán en su viaje a México? Se llamaba la edición de “Juan de la Cuesta”. Casi nada.

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