Hace más de un año que mi hermana lleva diciéndome que escriba esta entrada. Por fin, después de tanta insistencia, aquí está. Se trata de una historia, popular en zonas de China y el Himalaya que se conoce como Yatsa Gunbu.
Es, la verdad una historia bastante extraña, que consiste en un bicho que durante una época del año es un gusano, pero que, llegado un momento, se entierra y se convierte en una semilla del que florece una planta con la que saca esporas y se vuelve a reproducir.
Efectivamente hay fotos que lo atestiguan y que se ve el gusano como “semilla” y la planta saliendo hacia la superficie. Sin embargo y lo siento por mi hermana… es sólo una historia. Aunque eso sí, como todas las historias tradicionales, tienen un punto de curiosidad.
La clave de la cuestión está en un hongo que vive en las montañas del Himalaya entre 3000 y 5000 metros, llamado Ophiocordyceps sinensis, que es capaz de parasitar una larva de polilla. Lo parasita durante una parte del año hasta que es capaz de destruirlo completamente por dentro. Y lo de completamente, es completamente, ya que le destruye absolutamente todo, hasta el cerebro, creando una especie de momia de larva. Es capaz de prosperar en ese ambiente y convertir la momia en semilla, desde donde se crea un hongo como los que todos conocemos y que, como todos, produce esporas. Estas esporas contagian a nuevas larvas y así continúan su ciclo vital. En su momento de hongo, se puede ver un gusano desde el que sale un hongo, que es recolectado y se utiliza bastante en la medicina tradicional.
La tradición china habla de un único animal, pero realmente son dos seres: una larva de polilla (que nunca llega a ser polilla, ya que el hongo la momifica antes de alcanzar su madurez) y un hongo que la parasita.
Como nota curiosa decir que no existe nombre para esta especie de hongo en español, pero que en inglés se le conoce como “Caterpillar fungus”, o sea, “hongo – oruga”.
Está muy valorado en la zonas rurales del Himalaya, y ya hay referencias en la medicina tradicional china desde 1694, aunque no se describió científicamente hasta 1843. Su valoración desde entonces crece exponencialmente y hoy en día es tan alta, que en las áreas rurales del Nepal es el principal producto para conseguir efectivo, en una economía aún basada en el trueque. Su producción es bastante grande (entre 80 y 175 toneladas en 2009) y su precio, elevadísimo, y con una inflacción insostenible. Lamentablemente, cuando aparece algo tan valioso, ya se producen conflictos y éste hongo-oruga ya ha generado varios enfrentamientos entre asentamientos locales con varios muertos en los últimos años.
Pero la medicina tradicional también tiene un poco de verdad allá donde se produzca y si se considera que previene enfermedades, es por algo. Se ha descubierto en estos hongos una sustancia llamada Cordicepina (que viene de su nombre), con propiedades antitumorales, antiinflamatorias y antivirales, y con una capacidad muy extraña: es una sustancia capaz de influenciar en el ARN de las células, así que consigue atacar a la propia base genética. Aún está en desarrollo y análisis, pero los primeros resultados son prometedores. Cuando la tradición detecta un producto que es fiable contra enfermedades, algún trasfondo habrá, aunque realmente no se sepa qué es lo que lo produce.
En cualquier caso, no deja de ser curioso cómo la naturaleza es capaz de inventar para sobrevivir. Inventar hasta el punto de ser gusano en invierno y hongo, como cualquier otro, en verano.