Un viaje en el tiempo… a pie

Después de un mes, retomo el blog. Espero poderle dar más cancha este mes y volver a mi entrada semanal.
La entrada de hoy llevaba pensándola desde hace tiempo, pero ha sido últimamente cuando, viendo la serie Cosmos (la nueva, no la de Carl Sagan) han hablado de los viajes en el tiempo y de las necesidades e implicaciones que tiene. Algo realmente complicado.
Sin embargo, viendo la serie me acordé que es posible viajar en el tiempo. Sí, desde ya y de una forma muy sencilla.
Para ello vamos a viajar a una pequeña isla del Océano Pacífico llamada Samoa. Es un país independiente desde 1976 que se independizó de Nueva Zelanda y su superficie, repartida entre todo el archipiélago tiene un tamaño muy pequeño, a penas un tercio de la provincia de Cádiz. Algo bastante claustrofóbico, la verdad.
Sin embargo, a pesar de la colonización europea, Samoa ha conseguido perpetuar sus tradiciones, y mantiene su mitología y la forma de vida nativa, como principal del país.
Es como un viaje al pasado, pero no es a lo que me refería. Dentro del archipiélago de Samoa hay dos islas, llamadas Samoa Americana que pertenecen administrativamente a los EEUU. La distancia entre Samoa y Samoa Americana es de sólo 70 Km, por lo que las islas pueden llegar a verse desde una a la otra en los días propicios. Y ahí es donde entra el viaje en el tiempo.
Como todos sabemos, la hora en los países de la Tierra va cambiando entre unos y otros. Cuanto más al oeste menor hora y cuanto más al este, más. Pero claro, la Tierra es casi esférica y eso implica que en algún punto hay que hacer una brecha. Esa brecha se conoce como la “Línea internacional del cambio de hora” y es cuando la fecha cambia en los viajes. Es cuando las horas dejan de sumarse y empiezan a restarse. Entre un lado y otro de esta línea hay 24 horas de diferencia. Es exactamente la misma hora, pero del día antes o después.
El caso es que esta línea pasa entre Samoa y Samoa Americana, lo que produce que en los días claros, cuando los habitante de Samoa miran a Samoa Americana, realmente están viendo una isla que se encuentra… en el día antes. Y viceversa, cuando se mira desde Samoa Americana a Samoa, están mirando al futuro. En concreto a un día.
Parece una cosa poco importante, pero realmente tiene mucha afección administrativamente. Por eso, Kiribati, que tiene islas en las dos partes del meridiano teórico ha decidido que todas sus islas tengan el mismo día (lo que hace que la línea se desvíe bastantes kilómetros). Pero este cambio de fecha también tiene sus ventajas. Un fiestero puede aprovechar y revivir el fin de año con sólo navegar 70 Km. Una segunda fiesta 24 horas después no está nada mal.
La elección de la línea internacional del cambio de día se hizo porque es donde más distancia hay entre las poblaciones. La distancia entre Samoa y Samoa Americana es una rara avis en esta zona, pues Kiribati integró a todas sus islas, como he dicho antes. Sin embargo, el punto más cercano donde se produce la paradoja no es Samoa, sino que se es en el estrecho de Bering, entre las dos islas Diomede, pues una pertenece a Rusia y la otra a EEUU. Entre ellas hay sólo 1,5 Km y sí, cada una está en un día diferente. Claro, las dos islas están prácticamente deshabitadas, así que a pocos le importan. Es más, en invierno, el canal entre las dos islas se congela, pudiéndose pasar a pie entre EEUU y Rusia, entre un día y el siguiente, lo que supone un auténtico viaje en el tiempo a pie.
Esta paradoja la presentó Umberto Eco en su novela “La Isla del día de Antes” y en ella, un náufrago que estaba en una isla imaginaria miraba a otra que estaba en la isla que estaba en el día de antes. Su pensamiento es de lo poco interesante de la novela, pero la verdad es que es una paradoja curiosa. Él tiraba una piedra que llegaba a la otra isla y claro, la piedra había viajado en el tiempo, de hecho, había llegado ayer. Eran islas imaginarias, pero sin embargo, no andaba desencaminado. A veces, los convencionalismos producen paradojas, como hacer que sea posible viajar en el tiempo, si se elige bien el lugar, incluso andando.

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